-Como recordareis, en otras ocasiones he comentado que, aquí donde vivo, tengo un buen amigo que es de la Alberca de Záncara. Él no sabe donde vivo y yo desconozco su domicilio, pero esto no es un obstáculo para que, desde que nos conocimos, de forma accidental, haya ido fraguándose una amistad que nos permite disfrutar de nuestras cosas, de forma sana y sin tapujos; donde no existe la duda o temor de que, al manifestarnos, alguno se pueda molestar; hasta ese punto llega la complicidad.
Pues bien, esta maña se ha celebrado un mini maratón en el pueblo donde vivo y, como el sol brillaba con todo su esplendor, he salido para disfrutar del acontecimiento social. Estando ya sumergido en el ambiente multicolor, siento que algo me toca el hombro derecho, al tiempo que oigo una voz que reconozco y que dice: -Hola, ¿Cómo estás?; Os podéis imaginar quien era… sí, el mismo, mi amigo el de la Alberca.
Como ya las piernas empezaban a inquietarse y las varices se hinchaban, decidimos sentamos y disfrutar de la “fresca y sabrosona RUBIA”. ¿Te has “enterao” de lo que dicen sobre las AUTONOMÍAS? ¿En qué sentido?-le respondí-, pues eso, que las comparan con una familia que tiene 17 hijos, que todos están empadronados en la casa paterna, que ya son mayorcitos y como tal, le dicen al “padre” que tienen que vivir su vida, que necesitan más libertad para hacer lo que les venga en ganas, etc., etc., etc. El “padre”, consciente de esa realidad, decide delegar responsabilidades porque considera que es mejor para la dinámica familiar, y concede la petición que le hacen los hijos. Pasado un tiempo-sigue contando mi amigo-, el “padre” recibe una notificación de la “policía municipal”, donde le cuenta la desordenada, estrambótica y peligrosa vida que llevan sus vástagos. El “padre”, que no está acostumbrado a estos menesteres, se le subió la sangre a la cabeza y decide pedir perdón públicamente a todos sus paisanos, con la promesa de que arreglará la situación familiar. Llamó a los hijos y, con actitud firme y serena (y la cara pálida porque ya le había bajado la sangre), les dijo: “tenéis que modificar vuestros hábitos de conducta”, estoy hasta las narices de que me llamen la atención por vuestro desastroso e insensato comportamiento…Y sentenció: “El que no lo haga (por las razones que sea) lo encierro en la bodega durante 40 días”.
Esto es lo que se está comentando, aunque ya sabes como yo, que las comparaciones son repelentes. ¡¡Vaya paliza que te he dado!!...-terminó diciéndome-.
-Sí, tenía razón, ya empezaba a tener molestias en las posaderas y la cerveza se había calentado; pero yo seguía pensando que:
El mejor saludo es…¡¡Una sonrisa!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario